Guion: John Milius & Edward Anhalt
Música: John Rubinstein & Tim McIntire
Fotografía: Duke Callaghan
Intérpretes: Robert Redford, Will Geer, Allyn McLeire, Stefan Gieraschi, Matt Clark
Productora: Warner Bros
Género: Aventuras, Western
1971, EEUU, Utah
A Jeremiah Johnson le quedan pocos caminos. Vive en el valle, en el poblado, la ciudad, como uno más. Pero se cansa. Su paciencia tiene un límite y cuando ve que la felicidad la tiene muy lejos, corre a buscarla… hacia las montañas. Olvidando todo lo conocido… toda su vida… sus problemas… la sociedad.
Jeremiah Johnson made his way into the mountains… Así suena la canción. Una banda sonora capaz de trasladarte hacia los más hermosos parajes de la naturaleza, gracias también, como no, a la fotografía del increíble Duke Callaghan, experto en captar la esencia de todo paisaje.
Robert Redford interpreta a Johnson. Es un personaje fascinante y complejo. Astuto. Solitario. Inteligente. Observador. Y rápido. Muy rápido. Y en su nuevo camino entre las montañas no cesa en encontrar aventuras… luchar… buscar y buscar. Pero lo más importante, esta solo ante la belleza del mundo, y es capaz de aprender de ella, de vivir de ella, sin dañarla. Es una lucha por subsistir en plena naturaleza, donde tiene que cazar, pescar y comer en situaciones extremas con la ayuda de otro veterano trampero. Tras entablar contacto con los animales salvajes, Johnson descubrirá la violencia del hombre en estado primitivo cuando aprenda a convivir y a luchar contra los indios que pueblan aquellas tierras, en las que deberá también cuidar de su propia familia frente al medio hostil en que se mueve.
Se topa con nuevas costumbres, manadas de lobos que le atacan, osos, personajes pintorescos y experiencias que le hacen, poco a poco, convertirse en un animal más. Y descubre esa ley del más fuerte. Y descubre la ley de los indios. La ley sagrada. Las costumbres sagradas… La muerte. Y la venganza.
Redford muestra su talento. Su sensibilidad para con la naturaleza y el poder que esta es capaz de ejercer. Se pierde en un nuevo mundo en el que se siente pequeño. Y el espectador empequeñece con él. Pero, a medida que éste se va adaptando, el espectador crece y crece, y se yergue sobre las montañas para apreciar tan grandioso homenaje que la naturaleza nos concede. Y, en no pocas escenas, cada uno de sus gestos, de sus miradas, de sus movimientos, torna animal, torna salvaje y puro… es la esencia de la vida… Y toda su figura se convierte en protagonista sin dejar absolutamente ningún cabo suelto.
Sydney Pollack cuenta de nuevo con su actor fetiche (nos regalaron juntos siete maravillosas películas) para recrear esta historia. Y, como siempre, la complicidad establecida entre ambos traspasa la pantalla y da como resultado uno de los mejores films de la historia: algo más que una película, algo más que un western, algo más que una aventura… la vida y la belleza que nos estamos perdiendo.